
Por Carlos Masip. Director de Compartiendo
Llegar a Punta Cana, en República Dominicana, nos sorprendió ya en el arribo. Desde el avión divisar el mar con distintos matices de color verde esmeralda y sus infinitas playas acompañadas de amplia vegetación permitían presagiar lo que luego vivenciaríamos.
El aeropuerto con su construcción especial de quincho gigante – típico de la zona- y las instalaciones internas nos resultaron originales y llamativas, como así también la amabilidad y simpatía de los funcionarios.
República Dominicana ocupa dos tercios de la Isla de La Hispaniola, compartiendo la misma con Haití. Por su extensión es la segunda isla más grande del Caribe, Cuba ocupa el primer lugar.
Es sin duda una paradisiaca isla tropical de vegetación tupida y multicolor.
Entre sus pobladores se mezclan distintas influencias tales como: españolas, francesas, haitianas y africanas, por lo tanto ofrece una experiencia cultural multifacética.
La isla fue descubierta en 1492 por el almirante Cristóbal Colón y el primer asentamiento fue en Santo Domingo – ciudad capital del país-. Conserva reminiscencias del ayer con calles adoquinadas y edificios coloniales.
Su gastronomía también refleja sus raíces y las principales comidas son: mangú (puré de plátanos verdes); la bandera dominicana (arroz blanco, habichuelas guisadas con algún tipo de carne) y Sancocho (sopa espesa de carnes y tubérculos).
A sus hermosísimas playas se suman el Pico Duarte, el punto más alto de las Antillas Mayores; el municipio de Jarabacoa, considerado la capital ecológica del país y que cuenta con una impresionante cascada: el Salto de Jimenoa. Existen también las Cascadas de Aguas Blancas y los 27 charcos de Damajagua que con sus cascadas representan un tour ecológico inigualable.
Ahora ya partimos para Bávaro. Atravesamos parte del casco urbano y por la autopista recorrimos extensos terrenos de bosques que en determinados tramos permitían divisar sus playas y el mar. 20 Kms de disparidad de paisajes.
Arribamos al Gran Bahía Príncipe Bávaro Resort en Playa Bávaro. La cortesía y amabilidad de quienes nos recibieron nos presagiaron una estadía feliz, que posteriormente confirmamos.
Un vehículo similar a un trencito nos llevó a nuestra habitación, amplia, confortable y con una vista al parque y parte de la playa.
Este destino, bello por donde se lo mire, nos invitó a realizar la primera incursión, a pesar del cansancio del viaje. Allí comenzamos a conocer y disfrutar el Bahía Príncipe.
A cada instancia algo nos atraía – sus piscinas, sus bares, los jardines y sus flores y lógicamente la playa y el mar. Las reposeras fueron nuestra primera escala de la caminata. El sonido del mar hizo que la paz – después del viaje – llegara a nosotros.
Cabe destacar que el predio es inmenso y consta de cinco espléndidos hoteles de distintas categorías, un área general (canchas deportivas, spa, gimnasio, salón teatro, Casino y el Pueblo Príncipe), el parque acuático y el Centro de Convenciones. Consecuentemente se hace imprescindible la utilización del transporte interno que circula durante todo el día yendo y viniendo desde distintos sectores.
Concluía el día y llegaba el momento de disfrutar de la gastronomía. La diversidad de especialidades de sus restaurantes nos inclinó al italiano y allí disfrutamos unas sabrosas pastas con un excelente vino.
Teníamos por delante cuatro días y para ello delineamos lugares dentro del complejo para diversificar las opciones. El mar casi siempre resultaba un infaltable, sin embargo las piscinas mostraban distintas alternativas para matizar.
En el atardecer se podía optar por la playa con la caída del sol, o la luz de la luna, visitar las tiendas de artesanías regionales de Pueblo Príncipe, caminar por el complejo o quedarse en la piscina viendo como llegaba el anochecer.
Luego la cena y, si aún quedaban fuerzas, opciones del teatro – con espectáculos todas las noches – un trago y música en sus bares o probar suerte en el casino…
Los días pasaron muy rápido pero lo que seguramente no pasará nunca es el recuerdo de un lugar paradisiaco que cuenta con una estructura hotelera impecable y la calidad de servicio destacada.
Grand Bahía Príncipe Bávaro Resort se transformó en un lugar inolvidable.




