
Islandia es el país con la menor densidad poblacional de toda Europa, con un puro y mágico paisaje. Más de un 11% del país está cubierto de glaciares, incluyendo a Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa.
Islandia tiene un origen volcánico. Las erupciones volcánicas en la Dorsal Mesoatlántica, en el fondo del Océano Atlántico, crearon una montaña que despuntó del mar, formándose así una isla. Debido a esto es que pueden verse campos de lava, cráteres, volcanes, montañas mesa, montañas de piedra pómez y extensiones de cenizas volcánicas.
Hay relativamente pocas especies de insectos y sólo unos pocos mamíferos. En el Siglo IX, cuando llegaron los primeros colonos, el único mamífero era el zorro polar. Más tarde, otras especies fueron introducidas por el hombre. Las aves aún están descubriendo Islandia: regularmente se observan especies nuevas. No hay reptiles ni anfibios y, aseguran, “simplemente no hay ningún animal peligroso”.
La corteza terrestre bajo Islandia es mucho más delgada que la de Europa o América. Por eso la superficie está más cerca del calor del magma por debajo, de ahí que el agua del subsuelo islandés se caliente en las profundidades y que haya tantas fuentes termales. En muchos sitios el agua geotérmica se usa para la calefacción de casas y el llenado de piscinas y, por supuesto, las burbujeantes e hirvientes fuentes termales son un espectáculo sorprendente, particularmente en el area de Geysir, donde el géiser Strokkur lanza una alta columna de agua en ebullición aproximadamente cada 15 minutos.
Durante siglos, los glaciares, la erosión y los movimientos tectónicos modelaron la tierra formándose grandes ríos, con un sinfín de saltos de agua de toda clase. Hay tantos que ni siquiera todas las cascadas tienen nombre.
La protección del medio ambiente es importante para los islandeses, que continuamente buscan nuevas y mejores soluciones. El uso del hidrógeno y otras nuevas fuentes de energía, que en otros países se consideran un sueño de futuro, ya se está convirtiendo en una realidad en Islandia.
Pero no sólo su paisaje sorprende. El clima enamora de igual manera. Los veranos en Islandia son templados y verdes, con días cada vez más largos hasta el solsticio, que es cuando el sol, a medianoche, sólo se acerca al horizonte sin ponerse nunca. Durante el invierno maravillan las increíbles luces ondulantes en verde, azul, amarillo y rosa de la aurora boreal en el cielo.









