martes, abril 16, 2024

Amsterdam y su Barrio Rojo en Holanda

Ámsterdam es una de esas ciudades que permanecen inalterables al paso del tiempo. Los mismos edificios, vencidos por la vejez, sujetándose unos a otros para no desmoronarse; millares de bicicletas, aparentemente amontonadas unas sobre otras, pero todas con dueño. Caminar por el centro de la ciudad hay que hacerlo con mucho cuidado porque los ciclistas, todos los habitantes de Ámsterdam lo son, se desplazan en sus bicicletas para ir a todos lados. Resulta muy atractiva para el foráneo esta costumbre y, hay que reconocerlo, se siente cierta envidia también pues es una forma cotidiana de hacer ejercicio evitando, al mismo tiempo, ruidos, humos y bocinazos de coches como ocurre en cualquier ciudad.

El Gran Canal sigue facilitando el trasiego de barcos para que los turistas puedan disfrutar de una cena típica a base de exquisitos quesos y de paso ir curioseando el interior de los barcos/viviendas donde sus moradores, la mayoría jóvenes estudiantes, hacen su vida normalmente ajenos e indiferentes a la curiosidad que despiertan entre los viajeros.

Ámsterdam infunde un especial sosiego por la propia estética de la ciudad y por sus habitantes, gentes apacibles y acogedoras, gentes bien educadas y dispuestas en todo momento a ayudar si se les pregunta.

El Barrio Rojo, es lo que más llama la atención. Único en el mundo, tratándose como es del negocio de la prostitución. Y único también por estar ubicado en un país de Europa moderno y civilizado y porque está situado en el mismo centro de la ciudad, sin tapujos, sin que nadie se avergüence de pasear por sus estrechas calles ni por mirar hacia los escaparates donde se exhiben las mujeres,  como ocurriría en cualquier otro lugar de Europa, donde estos barrios suelen estar alejados, en las periferias de las ciudades y son  transitados solamente por quienes van a utilizar el servicio de lo que allí se vende.

El Barrio Rojo de Ámsterdam es uno de los mayores atractivos para los turistas. Surgió en el siglo XVIII cuando algunas señoritas, semidesnudas, comenzaron a exhibirse desde el interior de estos escaparates para ofrecerse como mercancía. En el siglo XVII todavía estaba prohibida la prostitución, por eso no es hasta el XVIII cuando comienza a desarrollarse este original fenómeno que continúa en la actualidad con absoluta normalidad.

Aunque pueda parecer inquietante o peligroso pasear por este lugar, no existe peligro alguno, no más que hacerlo por cualquier otro rincón de la ciudad. Habrá que cuidar los efectos personales, eso sí, sin hacer ostentación de joyas u otros objetos de valor. Tampoco es aconsejable pasear por las calles estrechas y oscuras a altas horas de la noche como en cualquier otro lugar del mundo. El Barrio Rojo no es motivo de preocupación.

En los Países Bajos la prostitución es legal desde 1911, por tanto, el número de vitrinas se mantiene y está controlado por la ley.

Otra curiosidad trata sobre la propiedad de estos habitáculos que suelen tener diferentes propietarios y además son caros. Las prostitutas destinan parte de sus ganancias a pagar el alquiler de su vitrina y lo hacen por turnos que varían según las horas. Se consideran como emprendedoras independientes a cargo de una microempresa y no están registradas. Ni a la policía se le permite pedirle ningún tipo de documentación y para hacerlo necesitaría autorización policial. Su misión consiste en controlar que sean mayores de 18 años y que tengan autorización para trabajar en Holanda.

Las prostitutas tampoco están obligadas a controles sanitarios pues ellas son responsables en esta cuestión y guardan todas las precauciones necesarias, al igual que los propios clientes. La palabra, en Holanda, es el mayor aval y nadie osaría nunca ni mentir, ni suplantar, ni defraudar. Incluso en la prostitución.

Otro aspecto muy llamativo en Ámsterdam es el uso y venta de la droga que se consume con gran naturalidad en los coffeeshops. Se piensa que todas las prostitutas son consumidoras y que muchas de ellas se prostituyen para poder comprarla, sin embargo, nos aseguran que no es verdad, que hay algunas que consumen, pero en un porcentaje mínimo.

Con respecto a la gente que vive en el Barrio Rojo, la hay de todos los niveles sociales, ricos y pobres. Muchos han nacido en el barrio y permanecen hasta que, al hacerse mayores se van porque el bullicio nocturno les molesta, pero no por otras causas.

Ámsterdam siempre nos sorprenderá.

Concha Pelayo